La casa de Asteriona

 Ahora que está en ese pozo otra vez prefiero callar. En mi mente cual Asterión Noel se encuentra encerrada en un laberinto; lo hace su casa. Allí solamente cuenta con un pucho, una libreta con su respectiva lapicera, una almohada, un espejo, un puñal y una puerta hacia la nada misma, hacia sus sueños o hacia esa casa. 

Agarra la libreta, se coloca la almohada entre las piernas, se sienta frente al espejo, prende el pucho y mientras escribe hace girar por el aire el puñal, cara o ceca(no definió qué significa eso, pero luego de lanzarlo mira de reojo a la puerta). Pueden quedarse en el umbral de su mirada y no hacer nada más que verla revolcarse en sus cosas mundanas. Aclara que no pueden ayudar.

“El tiempo todo calma” 

-piensa dos segundos-

lo tacha, lo tacha, más fuerte. Ya no existen esas palabras en su continuum. Espera que lo entiendan y no vean eso como una forma de autoflagelación. No quiere tener que retractarse después de herir y en ese estado no le sale más que escribir.

 “El final de algo está cerca, 

pero todavía no puedo definir de qué [...]”.

No modifiquen su estado de reposo, no la vengan a salvar. 

No siempre se puede sola, pero hoy lo quiere intentar. 

(Aclara dos veces)

“No vengan, no vengan”

(tacha un par de palabras 

que le parecen chatas, amorfas, vacías). 

De todas formas espera sus brazos abiertos en la salida, sin palabras sobre el tema como cada día. Este último tiempo reflexionó sobre ellas y prefiere usarlas para sí. No quiere afrontar de golpe 

mil dientes que sonríen hacia el pozo mientras le tiran tizas de colores que portaban en sus bolsillos, no quiere pintar golondrinas, el fin de la búsqueda es salir. No quiere volver a esa vieja casa de ladrillos ¿O si? Las palabras y su filo, escribe:

 “Hoy estoy cargando el puñal, 

no quiero usarlo, 

pero siempre está listo para estabilizar. 

Se presenta otra puerta a cerrar

no tengo claro para que lado apunta el mango…

si para el espejo que reproduce 

el miserable reflejo de mi inconsistencia 

o hacia mi simple presencia.

Existe una certeza, 

algo que siempre supe; 

cuando se toca fondo no queda más que remontar,

el caos es una escalera, no me voy a olvidar. 

Hoy asumo lo que venga

sea para bien o todo mal,

sucede que asumo lo que sea

porque en verdad no me importa,

las ganas de morir 

vuelven a ser el plato principal, 

quizás debería morir, hoy es el día, 

sí es eso, morir está a la orden del día”. 

Y se mató, sí ahí, en ese escrito de mierda, te juro, que se mató.

A partir de ese momento lo descubrí, después de haber peleado una guerra conmigo misma, no me queda más que tiempo extra. 

Me sobrepuse escribiendo, por eso siempre vuelvo a la escritura porque estoy agradecida. Porque le debo la vida. 


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