Teresa inés

Caminamos dos cuadras
hasta el supermercado
porque querés un dulce,
mermelada de durazno
en miércoles soleado.
Vos con tu corazón a pedal
mientras yo, con el mío digital.
Me contás lo que pasó
con la casa de la esquina
están limpiando porque murió la vecina.
Ya en el supermercado
le comentas a la cajera
después de un ¡Buenos día!
que hoy viniste con compañía.
Y mis ojos se hacen lluvia
y pienso en que vos haces
las mejores tortas fritas.
Pienso en vos y en la abuela Ita.
No quiero hablar de vejez
y enfermedad, de soledad
de sacrificio o de dolor,
quisiera hablar de tu mente lucida
y tu sano corazón.
Trasmitís con vocación el amor
por los animales,
especialmente los canes.
Quien no sepa contar dirá
que dos cuadras se hacen en nada,
un minuto y un poquito,
pero esas dos cuadras
para mi son un puchito
de eternidad cotidiana,
tenerte al lado
con las manos cargadas de caricias,
a pesar de que no soy la nieta
más propensa a los afectos
me llena de suspiros lentos
y nostalgia del presente
no sé como viviría si estuvieras ausente.
Abuela ¿Qué podría darte?
si mis palabras son solo palabras
y mis abrazos duran instantes.
No puedo prometer nada
sabemos que si te gustaran
los tatuajes en uno de mis brazos
estaría tu cara.
La gratitud puedo plasmarla,
las gracias por parir a mi madre
y dejarme amarla, así,
con sus aciertos y errores
hablando de que a los muertos
no se les llevan flores
que las cosas se hacen en vida
y como  vos estás preparando
la comida aprovecho
para acostarme en tu hombro
y decirte, cuando me sale
o cuando puedo:
que te amo mucho más
de lo que vos podes imaginar
tanto como la indescifrable
cantidad de capítulos
que tiene esa serie turca que miras.

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