8 de marzo



¿Qué te parece? ¿Seremos las síndrome de burnout de la cuarta ola? un tuit que leí por ahí: tengamos menos superioridad moral sobre otras mujeres que hacen lo que pueden. Leí muchos tuits... UPS. Un malestar colectivo que también se hizo carne en mí. Y una Charo que quiero desde Cualca: "yo no quiero ser fuerte, quiero tomar mate tranquila".


Hagamos que este descargo personal sea completamente político:

Fue un 8 de marzo de emociones fluyendo, de reconocimiento y reconstrucción, de revisión interna y de comodidad en lo incómodo ¿qué carajo estamos haciendo? Mi posteo de cada año es una bitácora de crecimiento tanto personal como militante.

Sí, hay que salir a las calles, pero las calles ya no son mi territorio principal a recuperar y sin vergüenza lo admito, pero sigo viniendo porque me siento parte de una conciencia colectiva. Sin embargo, pasé el 2021 en constante impotencia exigiéndome que haga de mi vida una vida que valga para el feminismo que tanto me había dado. Fui reconstruyéndome, recuperando espacios dentro de mi cabeza, pero nunca es suficiente trabajo interno.

El elefante en la habitación, no podemos hacer nada, ¿qué más tenemos que decir? Galia Moldavsky escribió: "es un 8M difícil porque estamos agotadas. Siento que ya dijimos todo lo que había para decir, explicamos todo lo que había para explicar y lo respaldamos con datos. Y nada alcanza, las cifras no bajan."

Mi angustia es angustia, así estaba pensando mientras caminaba a la plaza. Ya no hay Proyecto Kahlo, no está esa revista feminista comunitaria que me ayudó desde 2013 hasta el año pasado. Siendo sincera ya no hay tantas ganas y ya se agotó mi capacidad de transformar la angustia en rabia, no estoy rendida.

Pero esa angustia que aún hace eco en mi pecho se mezcló con las emociones que me generó el hecho de ver a adolescentes con carteles y pañuelos por el aborto legal, seguro y gratuito en la cabeza. Ese pañuelo como símbolo de un derecho que ya no negociamos porque bien sabemos que los derechos no se negocian.Fue un mensaje para esta gurisa desesperanzada que no se acordaba de todo el camino que tuvo que recorrerse para adquirir ese derecho, esa autonomía sobre nuestros cuerpos.
Mis ojos se encontraron con un "mamá quedate tranquila, hoy no camino sola" que dio en la tecla: me sentí terriblemente acompañada por la furia y la ternura, por el olor de la témpera fresca en el cartón y las caras desconocidas. Frené porque éramos un montón, cuadras y cuadras de aplausos sostenidos que nuevamente, como cada año, alertaban a los vecinos que no sean indiferentes. Y no estoy más optimista que hasta hace un rato, pero estoy esperanzada de que esas personas que están poniéndole todo al movimiento, desde la calle, saben que nos acompañamos y nos tenemos hasta en el hartazgo. Pensaba en las cosas que hacemos feministamente en nuestras casas, todas estas personas que venimos a la marcha y las que no pudieron asistir por laburo o simplemente porque las marchas ya les parecen funcionales al patriarcado que queremos derribar (ese es otro texto). Cuantos pequeños actos de micromachismos son evitados a diario por todas esas personas que hoy se pararon a reflexionar un poco en lo que significa este día.

Cuantos abrazos para recibir ante la desesperación de hacer todo por un mundo menos violento y sentir que no cambia nada a pesar de todo lo que dije antes.

Mi conclusión (que nadie pidió y doy igual) sobre la marcha es esta: La marcha es simbólica. No voy a hacer que se caiga el patriarcado yendo a una marcha -lo sabemos-, pero volví a casa con las ideas revueltas para construir. Ideas para militar en mi nuevo territorio que es la universidad y que pronto serán las escuelas de mi ciudad. Y no es feliz, no soy feliz en un día como este, aunque quiera convencerme de que en la lucha también reside la felicidad, no siempre puedo. Yo sería feliz si pudiéramos estar todas y cada una de nosotras, si no fueran carteles con las caras de nuestras compañeras los que cargamos en los brazos. Sería feliz si no violaran pibas a las tres de la tarde, si no tuviéramos que avisar cuando llegamos, si no cobráramos menos solo por ser mujeres y si no nos costara tanto llegar a cargos de poder. Entonces, gurisas, no sé si puedo decirles que es "feliz" la lucha, en todo caso para mí es un compromiso que motoriza mis días y mis acciones. Este día es introspección para aceptar mi forma de ser feminista como puedo y como me sale desde mi pequeño espacio. También está bien estar cansadas y hartas, pero no nos ahoguemos en esa de que estamos fallando en nuestro rol, que el movimiento crece y crece y crece y nos necesita mentalmente sanas. Seamos amables con nosotras, de ser feministas no se vuelve y todos los días estamos viviendo una vida feminista que constantemente se transforma. Comenten qué onda ustedes.

Comentarios

Entradas populares